lunes, 18 de mayo de 2015

BLANCO


          Al principio me pareció un ángel. Ella me levantó del suelo y me secó las lágrimas, y me besó en la frente, y me ayudó a meterme en la bañera más grande que yo había visto, y me envolvió en una toalla suave. Me acariciaba el pelo con sus manos rechonchas cargadas de anillos. Me abrazó contra sus pechos grandes y me habló con voz clara y susurrante. Consiguió calmarme el llanto. Todos son iguales, me dijo. No seas confiada con ellos, niña, tu has de ser mas lista. Me habló de las mujeres, del poder que tenían, me habló de olvidar a los hombres como hombres, de fijarse sólo en lo que valían, de la libertad de andar sola por la vida. Me dijo que si yo no quería no tendría que soportar una paliza más, ningún desengaño que volviese a partirme en el corazón. La escuché porque no tenía nada, y lo más importante, no tenía a nadie. Ella había aparecido de la nada y me tendió su ayuda, su bañera, su calor. Se puso frente a mi, me miró con aquellos ojos negros cargados de maquillaje: tu y yo podemos reírnos de los hombres. Y me dejó quedarme en su casa, y me metió en una cama grande y tibia, y se me quitó el frío, y vigiló mi sueño, y dormí tranquila, y desperté renovada, y más guapa, y más feliz, y más libre, al menos eso creí. Ella era la única persona que me había tratado buen, y por eso me peleaba con el resto de las chicas cuando la llamaban bruja, pero poco después, vi su verdadero rostro; ella era el demonio.

     La primera vez fue unas noches después de recogerme en la calle, me lo pidió como un favor personal, un amigo, que se sentía solo, que necesitaba el mismo calor que ella me dio. Que por favor le preparase un baño caliente y le diese un abrazo de consuelo, pero no. Fue todo muy rápido. No me habló, siquiera me miró. No me hizo daño, pero todo fue humillante. Me tiró un puñado de monedas al suelo y salió sin despedirse. Me miré al espejo, despeinada y con las monedas en la mano, estaba tan avergonzada que ni llorar podía. Después de él llegaron más amigos, y después otros que ni siquiera eran conocidos. Un día me sentí fuerte y me atreví a hablarle, ella sonrió y me dijo que me dio ánimo cuando no lo tuve, energía cuando no podía siquiera levantarme del suelo, que me entregó su casa cuando yo no tenía techo, que sus manos lavaron mi cara y mi pelo, que siempre me daba dinero para vestidos bonitos, que en su mesa jamás faltaba un plato para mí, que ella en persona guardó mis sueños cuando sólo me visitaban las pesadillas, entonces yo no supe que contestar, y me di cuenta de todo, y vi que su cariño era falso, que ya nadie podía romperme el corazón, porque ya no tenía, que había caído en un círculo vicioso del que nunca iba a salir, y me miré el cuerpo y no me reconocí, y me sentí sucia y fea. Y esa sensación se repitió al día siguiente, y al otro, y al otro, y todos los días de mi vida, y ya nunca he vuelto a sentirme bien, porque la felicidad tiene la entrada prohibida en esta casa.

3 comentarios:

  1. me ha gustado mucho el primer cuento chino, está muy bien escrito.
    Para cuando el segundo???

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    1. Muchísimas gracias!!!
      Pues dentro de bastante poco, hay algo cociendose....

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  2. Un crudo reflejo de lo amargo de un lupanar. Me ha gustado, aunque el contenido sea sobrecogedor.

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